U n grupo de actrices, de avanzada edad, apasionadas y llenas de recovecos, llegan a una casa donde –se supone– podrán vivir su vejez en calma. Desconfianza , de Jorge Marchant Lazcano, es una intensa y dramática novela que expone el peso de una chilenidad tradicionalista, que vive de las apariencias y castiga con la marginación a todo aquello que se desvíe de lo establecido.
El libro arranca presentando una a una a estas viejas glorias del teatro chileno. La bella Sarita Montes, quien inauguró el hogar, y Ofelia Alarcón, la única con claro deterioro mental. Luego, Rosario Huidobro (¿Silvia Piñeiro?), la representante de la clase alta del grupo, y, finalmente, Marta Bernales (¿Ana González?), la diva, cuyos máximos orgullos eran haber representado a Isabel I de Inglaterra en la obra María Estuardo y modelado para el famoso pintor Tobías Villalba.
La deslealtad y la vanidad caracterizan a los personajes de esta narración, que arrastran, además, cierta responsabilidad por haber dedicado más tiempo al oficio teatral que a labores como la maternidad. En todos los casos, el autor aleja a sus personajes de la victimización, volviéndolos verosímiles en sus conflictos y rebeldes respecto a las normas que rigen lo femenino. Es importante recalcar que el oficio actoral, favorablemente, es consignado al modo de un trabajo, desprendido de magia o autonomía estética. La perspectiva concreta sobre el oficio de actor implica, de tal manera, que las actrices sean expuestas, más que como artistas, como trabajadoras.
Durante un extenso tramo, el volumen presenta a un coro de mujeres, igualadas en términos de peso dramático; éstas interactúan con equilibrio, escabullendo establecer jerarquías. Sin embargo, con mesura y flexibilidad la narración se abre hacia Marta Bernales, quien pasa de ser una pieza más del coro a figura central de la novela. Uno de los grandes aciertos de este autor, respecto a su protagonista, es evitar el lugar común del divismo. Marta es una mujer severa, consciente de su trayectoria profesional y de su desgraciado presente. Como personaje, es profunda, compleja, cautelosa con su biografía. Sólo mediante pequeños indicios es posible acceder a su lesbianismo y a la fría vinculación con Sammy, su hijo ya mayor de edad con el que se distanció hace muchísimos años. Bernales es una diva, claro que sí, pero desgastada, aunque, como corresponde, siempre digna, ya que pese a todo aprende con facilidad a interactuar con su odiosa antagonista, Rosario, quien no da tregua en su intención de expulsarla de la casa de acogida y destruir su pasado glorioso mediante groseras habladurías.
Sin efectismos ni indagaciones sentimentales gratuitas, la historia avanza en un interesante juego de tensiones y distensiones que deja al lector la función de completar la intimidad de estos oscuros personajes. Vale destacar, además, la ruptura de la linealidad en la composición del relato y el lugar, en apariencia secundarios, de lo masculino. Ubicados en un pasado que mezcla la tragedia con el goce, los hombres instrumentalizan a las mujeres y terminan potenciando los ejes dramáticos.
“La vejez era una derrota” es una frase expresada al iniciarse este profundo relato que constata y resume la condición de todas las mujeres que circulan por esta novela de matices. Marchant Lazcano, como ha sido usual en sus últimas producciones, acierta en la conformación de una novela clásica pero no convencional, al intercambiar la morbosidad por una templada y bien resuelta aproximación psicológica a sus vehementes personajes.
Desconfianza Jorge Marchant Lazcano
Tajamar, 2017, 202 páginas.